Puntuación del crítico: 8 | Es reconfortante descubrir un libro como éste. Ni que sea una vez al año. Situada la acción en Londres, conocemos a Rob Gordon (John Cusack en la versión cinematográfica), un hombre alrededor de treinta años, dueño de una pequeña tienda de discos usados cuyos principales por no decir únicos intereses en esta vida son la música, materializada en su extensa colección de discos, y las mujeres, no porque sea mujeriego, sino porque le obsesionan las diversas (y fallidas) relaciones románticas que ha tenido en su vida.
En el momento en que lo conocemos, su compañera sentimental Laura lo acaba de abandonar por un pijete estirado (seguidor seguro de música chill out). Rob, bastante depre, se da a la tarea de analizar las más significativas relaciones previas que ha tenido, preguntándose por las causas de sus fracasos. Las conclusiones a las que llegará le harán plantearse muchas cosas, por no decir que su vida entera.
"High Fidelity" es ciertamente una comedia, y muy buena, pero podría decirse que se apega más al clásico estudio de caracteres, en virtud del cual se nos presentan ciertos personajes, y el descubrimiento de sus actitudes e interacciones se convierten en el motor de la historia. Para hacer más evidente este formato, el personaje de Rob habla directamente al lector, el cual deviene confidente del personaje. Adicionalmente tenemos a guisa de coro griego, a los dos empleados de la tienda de discos, totalmente opuestos en personalidad, pero similares en su ofuscación ante sus relaciones con el sexo opuesto y su desmedida e incondicional pasión por la música.
Las explicaciones (o más bien excusas) de Rob ante los desastres acontecidos con sus pasadas novias son igualmente hilarantes y patéticos, a la vez que entre sonrisa y sonrisa es inevitable dejar escapar más de una mueca de complicidad ¿Quizá por aparecerse ante nosotros, los lectores, como un reflejo de alguna de nuestras también divertidas inmadureces? En fin, podría ser una respuesta.
Pero aunque el peso de la obra descansa innegablemente en Rob, no hay que olvidar al resto de personajes, entre los que destacaré a dos: la actual novia (o ex-novia) de Rob, es sencillamente perfecta. La evolución de su personaje es sutil, pero significativa, y sin necesidad de expresarlo con palabras, hace patente su indecisión ante las opciones que la vida le ha dado. Pero el que definitivamente explota en el libro es Barry, el antisocial, ególatra pero inmensamente ilustrado empleado de la tienda de discos. Sus comentarios derraman sarcasmo y sagacidad en tal grado que lejos de ser un vulgar "comic relief" se convierte en una especie de Polonius, en igual proporción maestro y amigo de Rob. Genial la escena de la actuación de su banda.
En definitiva, "High Fidelity" es una muy interesante y divertida comedia susceptible de ser revisada a menudo sin llegar a cansar, ya que con cada nueva ledctura se descubren guiños o detalles antes no percibidos. Toca los puntos necesarios para destacar bien como una comedia romántica o bien como una obra destinada a ser de culto entre los amantes de la música pop o rock de los ’60 y ‘70, pero lo hace de tal modo y con tal inteligencia que se encuentra muy, pero muy por encima de la clásica y trillada historia de "muchacho conoce a muchacha". En vez de eso es una hábil e incisiva mirada a las relaciones románticas contemporáneas y una vitrina de finas y detalladas actuaciones, todo ello enmarcado en una tienda de discos de vinilo en la que ni se te ocurra pedir el “I’ve just called to say I love you” de Stevie Wonder. No les gustaría.
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